—
¿Qué hizo el mundo
de ti? —pregunté.
Si
yo viese a través de las capas, si pudiera adivinar la vida anterior de la
gente –de la que tiene una vida anterior- diría que éste vagabundo fue un rey.
Mi
voz no fue alta, pero lo despertó luego de formular mi pregunta. Lo que vi en su
mirada fue el mar –muy alejado de donde me encontraba- profundo, aunque sus
ojos no eran azules.
El
corazón se me conmovió. Yo, que me creía una piedra –cuando no te encuentras,
es difícil preocuparte en encontrar a alguien más- aquí estaba, sintiendo que
me derretía ante esa mirada llena de dolor, de desolación y de compasión.
Quizá
lo que me golpeó con mayor fuerza, fue la compasión.
¿No
debería ser yo quien lo compadeciera a él?
—
¿Qué hice yo de
mí?
Comenzó
a llorar ahora sí. Vi el mar y yo fui la lluvia. Nunca antes había acompañado
las lágrimas de un desconocido. Sin embargo, lo hice. No sabía la razón de su
dolor, pero no necesitaba ser muy experimentada para darme cuenta que no
cualquier humano es capaz de soportar agonía igual sin enloquecer, sin morir
justo después.
Me
pregunté si charlaba con un muerto, pero lo vi vivo.
Tan
vivo, que sufría.
¿Se
puede vivir con mayor intensidad a cuando se siente dolor?
Su
rostro se limpió un poco. Pensé en la imagen de un payaso triste, de un bufón
que se esconde para llorar luego de haber hecho reír a la corte completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario