Tal vez, podría ser la espuma de mar que
osó besar tu piel. Sólo busqué una forma de encontrarte por mi cuenta, aunque
eso me costara la voz. Las palabras. La tinta, Las historias. Los sueños. Mis
sueños.
Creo que puedo ser la voz de los mudos, el silencio de los hablantes también. Soy lo que está perdido y nadie ha podido encontrar.
jueves, 31 de enero de 2013
Palabras
Hace tiempo escuché: “las palabras se las lleva el viento”,
viejo dicho. Siempre lo creí curioso, contradictorio y correcto al mismo
tiempo.
Cuando me pongo a pensar en donde
estoy ahora y cómo llegué hasta aquí, recuerdo esa frase. Nuestras acciones
están ligadas a las palabras, ya sean dichas, escritas o pensadas. Es algo que
no se puede evitar. No fuimos ceniza al inicio de los tiempos, comenzamos como
palabras y moriremos convertidos en una.
Es interesante pensar que las
palabras que se desean borrar son las que se quedan más grabadas. Y viceversa.
Las promesas y juramentos si se van en la primera brisa que aparece. En el
primer suspiro del viento las vemos desvanecerse.
Seguimos y seguiremos siendo
simples palabras. Algunos formamos una novela, otros un poema, tal vez, hasta
una carta y más…
Al final, el viento nos hará
viajar a todos, a reposar en unos nuevos labios, corazón o papel. Y seremos lo
que fuimos, lo que somos:
Palabras.
miércoles, 30 de enero de 2013
Sensaciones
Entonces, el tiempo se detiene
y calla; desaparece. Nadie lo escucha hablar. Puede continuar silencioso la
eternidad, porque al fin son conscientes de que la eternidad no existe, ni el
próximo segundo. Tal vez, tampoco ellos son reales.
Sin
embargo, se sienten.
Una
vez más, saben que la piel que los roza está en el mismo universo, en el mismo
mundo, en el mismo continente, en el mismo país, en la misma población: en la
misma habitación. Están juntos, aunque mañana quizá no.
Los
besos, las caricias… no son capaces de diferenciar quién es el dueño de tanta
pasión.
¿Ambos?
Las
miradas se buscan, los labios se encuentran. Se visten con desnudés y así
permanecen, hasta que el tiempo decida volver a existir.
De Una Musa:
Artista Mío, tal vez no me recuerdas, y no te
culpo. Es difícil no olvidar a alguien sin nombre o con una lista inacabable de
ellos. Más de una vez me sentí transformada cuando me llamabas de una manera
nueva. Eso debería darme una esperanza de estar en algún sitio de tu mente, de
tus recuerdos. Sé que me encuentro en tu arte…
Sin embargo,
he pensado que no soy real. Me lo hiciste creer hace poco.
Desde que no
sentiste mi cuerpo buscando tu calor, he ido desvaneciéndome lentamente.
¿Sabes? Cada vez soy más una utopía. No soy capaz siquiera de ver las manos que
te escriben esta carta.
Sé muy bien
que en la soledad puedo divagar tranquila, puedo sentirme humana por un
momento. Pese a ello, tu ausencia duele. Te has marchado hace poco menos de una
hora –la siento cual eternidad- y no sé en qué momento regresarás –o si
regresarás. Sin duda, soy una cobarde por no decirte mis pensamientos de
frente, pero, entiéndeme; temo. Me aterra la idea de hablarte y ser muda, ser
invisible. Sé que no lo soportaré.
Por ti lo he
sido y hecho todo: reina, esclava, princesa, madre, hija y amante. Música,
poesía, pintura, letras. Fui amiga y enemiga. Muerte, vida, agonía y placer.
Flor, pétalo, espina y perfume. Jardín, mar, bosque, desierto, glaciar:
paraíso. Calor y frío. Fui castillo, templo, casa, patio, calle, habitación y
cárcel. Felino indomable, o un ave enjaulada. Tuve la forma del viento, lluvia,
rayo de sol; luz de luna. Mi voz fue el silencio, una canción, un poema
susurrado. Ausencia y eternidad. Fui tu compañía cuando la soledad te
emborrachaba. También vicio, droga, desesperación, locura; incienso y
esperanza. Virgen y prostituta amada, según lo requirieras. Fui noche, cama,
sábana; gemido y suspiro. Fui un beso, una caricia. Piernas entrelazadas, bocas
unidas; desnudés total. Risa. Llanto. Maldición y súplica. Todo cuando
deseaste, en eso me convertí yo.
Mas, sigo sin
sentirme real. La habilidad de tomar diversas formas podría ser la causante. Si
no fuese porque veo mi rostro en tus pinturas, creería que soy una simple ilusión.
O que tú eres mi sueño. ¡Incluso llegué a encontrar mis mañas en tus versos!
¡Mi manera de sentir…!
¿Será acaso
que tu arte me otorga la vida?
¿Será acaso
que nací para pertenecerte?
Pero continúo
siendo invisible. Mientras pintas, yo me encuentro sentada en aquel viejo banco
alto. Mi cabello largo cubre la desnudés de mi pecho, la luz del día baña mi
pálida piel y estoy así por horas. Sólo observándote en el más profundo
silencio. El ruido no es capaz de entrar a tu habitación, a nuestra habitación.
“¿Qué has
hecho ahora?” pregunté en una ocasión, cuando al fin te levantaste y bebiste un
poco de vino barato.
No
respondiste. También traté de ponerme en pie, mas tu mirada fría me detuvo.
Supe que no me veías. Ese hielo en tus ojos iba dirigido hacia la nada. Supe
que habías dejado de verme, de necesitarme quizá.
¿Tienes una
nueva “inspiración”? ¿Hay alguien, algo más amado?
La duda me
carcome, me destruye. ¡Pensé en huir! Pero, la noche pasado, cuando cansado
caminaste hacia tu cama, me pregunté qué te tendría tan agotado. Entonces, tus
ojos se nublaron de tristeza. Viste con dolor tu lecho vacío.
¿Necesitas
amar a alguien más tangible?
Dime, si es
así, ¿acaso moriré? Curiosamente, siempre me creí destinada a la inmortalidad.
Mientras
pienso más en ello, menos existo. Cuando regreses, habré desaparecido, ahora lo
sé.
Quisiera
volver a ser tus versos y rimas. Quisiera ser otra vez un poema, un paisaje. Tu
destreza a la hora de pintarme con palabras, tinta, gis, óleo o acuarela me
enamoró. Tu destreza a la hora de dibujarme con una simple caricia… Siempre
exageraste mi belleza, gracias.
Tengo el
consuelo de que no me desvaneceré completamente; seguiré viva, ya sea en una
mancha de tu arte.
Me despido, y firmo con el último suspiro que
todavía puedo entregar.
Tu Musa.
Tiempo Muerto
—
Llovía.
>> Llovía aquella noche en que me rodeó con
sus brazos. El frío clima me permitía sentir el calor que emanaba de su cuerpo,
junto al mío. Mi sonrisa era suave, no me atrevía a verlo a los ojos, tan sólo
me preocupaba por disfrutar de su calor. ¿Has experimentado el placer de
sentarte junto a una fogata en las noches de invierno? Podría comparársele a
eso con poca justicia. La fogata calienta a todos, sus brazos únicamente a mí.
>> No lo sé, me sentí especial. Nunca nadie
antes lo había logrado.
>> Algún día deberías darte la oportunidad de
vivirlo —dice ella.
— Me gusta imaginar.
—
Imaginar no es
sentir, ni siquiera lo es recordar.
Frunzo levemente el ceño, hago un gesto en el que
le pido que prosiga. Bien, debo aguantar la risa. Sé de memoria la historia (la
he escuchado miles de veces). Sé cómo termina, si es que en verdad termina.
Con la lluvia.
¿Hay acaso un mejor final para esta clase de
relatos?
—
¡Sus ojos! Sus
ojos eran capaces de controlar mi respiración. No podía concentrarme en nada
cuando me observaba así. Igual a si fuese lo más hermoso en la Tierra. ¿Sabes?
Siempre existe un pequeño dese en nosotras: amar, ser amadas, ceder nuestro
<<control>>. Es bueno dejarse llevar. ¿Por qué no vivir lo que
leemos o soñamos?
>> La gente decía que hacíamos una pareja muy
bonita.
>> Todavía parece ayer cuando le dije que lo
quería y él no supo qué responde. Su silencio se completó al momento de
besarme.
>> Mis ojos cerrados, mis sentidos abiertos.
Podía morir y renacer al siguiente instante. Yo, muy tímida, atinaba únicamente
a sonreír. Sonreía a su sonrisa, a poca distancia de la mía, convirtiéndose en
la mía…
Se acerca la lluvia. Veo el cielo nublado en su
mirar.
—
Quizá lo
idealizaste.
—
Todo eso lo dicen
mis recuerdos. Aunque no estoy segura. Llevo tanto sin saber de él. ¡Oh, afirmé
que terminaríamos por ser sólo un recuerdo! ¿Pero, si es así, tan borrosa soy?
>> Temo haberlo imaginado —confiesa.
— ¿Qué lo haría real?
—
Mis palabras.
—
¿En serio? —la
reto: — ¿cuántas veces lo has llamado?
No
responde.
—
Exacto.
—
Aún quiero que sea
real.
—
El presente es lo
único real. El pasado no vuelve a ser presente.
Luego de minutos en silencio, ella es consciente de
que está lloviendo. Sus ojos sonríen, igual a si trataran de hacer aparecer el
sol. Vuelve a sentarse, su mirada está perdida en la tormenta que se transforma
en leve llovizna. Voltea hacia mí y dice: — ¿Te cuento una historia?
Sin esperar respuesta, prosigue:
—
Llovía.
>> Llovía aquella noche en que me rodeó con
sus brazos.
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