Entonces, el tiempo se detiene
y calla; desaparece. Nadie lo escucha hablar. Puede continuar silencioso la
eternidad, porque al fin son conscientes de que la eternidad no existe, ni el
próximo segundo. Tal vez, tampoco ellos son reales.
Sin
embargo, se sienten.
Una
vez más, saben que la piel que los roza está en el mismo universo, en el mismo
mundo, en el mismo continente, en el mismo país, en la misma población: en la
misma habitación. Están juntos, aunque mañana quizá no.
Los
besos, las caricias… no son capaces de diferenciar quién es el dueño de tanta
pasión.
¿Ambos?
Las
miradas se buscan, los labios se encuentran. Se visten con desnudés y así
permanecen, hasta que el tiempo decida volver a existir.
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