Todavía existía (si una vez
existió, ¿acaso puede dejar de existir?).
-¿Final?-
Sus
pensamientos se cruzaban, se enredaban, formaban figuras inconexas y juntas.
Cual ondas creadas por el humo de un fumador. En aquella –esta- habitación
gris, falta de color –y de blanco (y negro)- falta de sonido –y silencio- falta
de oxígeno –y espaciosa- falta de dolores –y es lacerante- falta de…
Sonrió
–una sonrisa falsa- se levantó del sofá-cama y caminó de esquina a esquina. De
una pared a otra. A otra. A otra. A otra. Cuatro paredes. Una jaula.
(¿Falta
de qué?)
Dejó
caer el cigarrillo. Su sombra lo aplastó. Estaba descalza, zapatos viejos.
Desnuda, ropa rasgada. Ropa casual. Mirada arrogante que ofrece al mundo –su mundo–
a la gente –sus sirvientes- al espejo –reflejo desconocido.
Encendió
un nuevo cigarro. (Hay cigarros por doquier.) (Hay humo.) (Pero no hay…)
—
Sigue aquí. Lo sé.
No importa cuántas veces le pida que se vaya o le dé un mal trato. Permanece
conmigo. Siempre. No pudo marcharse… no pudo…
¿Acaso
oscureció el cielo?
No.
Es una tontería (una alucinación). Hace años –siglos, milenios, segundos- que no
anochece, ni amanece. ¿Cómo era el sol? ¿Cómo la luna?
Esta
habitación –aquella habitación- blanca –falta de oscuridad- negra –falta de
luz. Aquella habitación con muchos –sin- ruidos.
Esta,
aquella, esa, ninguna, habitación; falta de…
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