viernes, 8 de marzo de 2013

Libertad


Estiré mis brazos, como si quisiera alcanzar las gaviotas que sobrevolaban metros arriba. Por un momento, cuando el oleaje se hizo más rudo, pensé que sería arrastrada a las entrañas mismas de mi consejero amigo, pero no fue así. Luego de una breve tempestad que duró menos de dos minutos completos, se relajaron las aguas y regresé a la orilla.
Asombrada, vi las huellas de mis pies.
No eran humanas… eran las de un ave.
Observé mi cuerpo. Mis ropas llegaron en la próxima ola y quedaron ahí, empapadas. La libreta estaba lejos del agua. Me acerqué a ella en pasos lentos, era igual a dar pequeños saltos. Mis ojos fueron capaces de ver todo a su alrededor, una vista de 360 grados.
Parpadeé un poco. Un par de turistas se distinguían a lo lejos. ¿De verdad estaba volando?
Sin importarme nada, ni siquiera mis memorias, corrí y alcé el vuelo.
Estiré mis alas… planeé.
He de decir que volar es una experiencia inigualable. El viento te acaricia sin importarle tu origen. Tú mismo olvidas las preocupaciones y te concentras en volar más alto. Cada vez más alto.
            Mis alas fueron de color blanco. Volé encima del mar, éste se vio más azul para mí y alcancé a ver mi reflejo en sus aguas. Un ave, no muy grande, con alas igual a la nieve y los ojos más humanos que nadie ha poseído. Creo que ni siquiera en mi paraíso fui tan feliz.
Quisiera volver a ser un ave…
He escuchado tanto sobre la libertad y nunca supe cómo describirla, mas ahora, le puedo otorgar la forma de los sueños. Nunca se es más libre a cuando se sueña. Porque no hay límite.
Piensen en mí… soñé que era una gaviota.

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